Ponemos rumbo al sur… Hacia la zona de Aviñón, para visitar a Julie Vié y Jean-Philippe Briand. Ambos han transformado la granja familiar y de horticultura, creada en los años 70, en una empresa modelo especializada en la producción de tomates cherry.

Tomates de Provence

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Son las 9:00 horas de la mañana de un día de finales de mayo de 2023… El sol ya pega con fuerza y el mistral sopla generosamente sobre Aviñón y su región. «Aviñón es la ciudad del viento», explica Jean-Philippe Briand, responsable de JPL Provence, con sede en Montfavet, a pocos kilómetros de la ciudad papal. «En estas condiciones, cultivar a cubierto resulta muy cómodo», añade, mientras penetra en un inmenso invernadero.

© Elsa David

Una explotación familiar

En la década de 1960, sus abuelos fueron abandonando los campos abiertos para instalar poco a poco invernaderos. No cabe duda de que parecían refugios improvisados en comparación con los actuales, que son semicerrados, muy ergonómicos y organizados, lo suficientemente sólidos como para que no los arranque la primera racha de viento. Jean-Philippe Briand, natural de la región, pertenece a la tercera generación al frente de esta explotación familiar, que actualmente cuenta con 35 hectáreas. Al principio, su horticultura estaba muy diversificada, con tomates, berenjenas, calabacines y pepinos, pero poco a poco ha ido dando paso a una mayor especialización.

© Elsa David

Tomates de todas las formas y colores

Su producto estrella es el tomate, más concretamente el tomate cherry, en racimos o no, de diferentes colores y formas, negro, amarillo, rojo, verde, alargado, redondo, firme o untuoso, más o menos dulce. Un pasillo central comunica un sinfín de hileras de tomateras cultivadas fuera de la tierra, que les suministra con dos meses un viverista. De diciembre a marzo, las plantas, enraizadas en bloques de lana de roca, crecen de manera espectacular, alcanzando rápidamente una altura de varios metros. Tenemos que controlar su crecimiento, enrejar las plantas para evitar que se forme una jungla anárquica, contribuir a que cada fruto madure adecuadamente y también facilitar el trabajo de los empleados.

© Elsa David

«Transformar la luz en fruto»

«De marzo a octubre, la explotación cuenta con alrededor de sesenta trabajadores», explica Julie Vié. Se necesitan muchas manos para recolectar los tomates en el momento adecuado y colocarlos en el orden correcto en las bandejas. Una vez que una planta se ha liberado completamente de sus frutos, se arranca y, poco tiempo después, se planta otra en un nuevo bloque de lana de roca. Jean-Philippe tiene bonita manera de describir su trabajo: «¡nuestro cometido es transformar la luz en fruto!». ¡Y menudos frutos! El sol mediterráneo hace su trabajo… Julie y Jean-Philippe cultivan unos tomates maravillosamente maduros, jugosos y sabrosos, incluidos los deliciosos tomates cherry en racimo que han sido galardonados con un Label Rouge.

© Elsa David

Respeto por el medioambiente, una política de sabor agradable

La principal ambición de Jean-Philippe es producir buenos tomates. Este objetivo va unido a una preocupación constante por el medioambiente. El consumo de agua o de energía, el control natural de las plagas… nada se deja al azar… No cabe duda de que la explotación merece con creces sus certificaciones de Haute Valeur Environnementale (alto valor medioambiental), Global Gap y «zéro résidus de pesticides»(cero residuos de pesticidas), estos últimos prohibidos en los invernaderos y en el vocabulario de la empresa. ¡La cosecha continúa!

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