El oro verde del suroeste de Francia  

Los secretos del valle del Kiwi francés: manjares con la certificación IGP y la Label Rouge 

Entre la serenidad de los valles de Gaves y Adour y a los pies de los majestuosos Pirineos, encontramos una de las joyas hortícolas de la fértil campiña francesa. El sol aquí brilla en todo su esplendor y bendice con su luz las viñas verdes de los kiwis Hayward.

French Kiwi_ photo

François Laffitte, un visionario de la agricultura francesa y del kiwi, nos acompaña en una visita a su enorme huerto de 25 hectáreas. En semejante paraíso, el kiwi francés madura a la perfección.

El periplo del kiwi hasta Francia  

Aunque el kiwi, con su pulpa de tonos esmeralda y su peculiar sabor, suele relacionarse con Nueva Zelanda, su viaje hasta Francia está lleno de historia e innovación. Hace más de setenta años, un botánico francés vio el potencial de la variedad Hayward y la introdujo en las fecundas tierras de suroeste de Francia. Desde entonces, François Laffitte ha dedicado 43 años a perfeccionar su cultivo y produce una cosecha anual en la que herencia y calidad se dan la mano.  

Un matrimonio entre el clima y el ingenio  

El valle del Kiwi francés ilustra la armonía entre la naturaleza y los conocimientos humanos. Esta ubicación goza de un clima en el que se combinan la brisa del mar y la protección de las montañas cercanas. Es esa confluencia particular las condiciones templadas son perfectas para el corazón tropical del kiwi. Las viñas de kiwi necesitan un equilibrio muy delicado de temperaturas tibias y agua, un reto que François Laffitte y su equipo afrontan con pasión y precisión.  

A través de las temporadas: la vida de un kiwi  

La planta de kiwi es un espécimen fascinante de flora dioica: las plantas masculinas y las femeninas deben separarse para su reproducción. Por lo general, en los huertos hay una mayor proporción de plantas femeninas, ya que son las portadoras de las codiciadas frutas. Aun así, es indispensable una presencia suficiente de especímenes masculinos y lo normal es intercalar una planta masculina entre cada seis u ocho plantas femeninas para garantizar una polinización óptima. El proceso de polinización queda en manos, sobre todo, de las fuerzas de la naturaleza: el viento y las corrientes de aire transportan con suavidad el polen de las flores masculinas hasta las femeninas durante el período de floración máxima, que se da en mayo. Sin embargo, el proceso natural recibe mucha ayuda de la actividad de los insectos polinizadores. Estos diminutos obreros incrementan de manera importante las posibilidades de una correcta polinización, lo cual mejora la calidad de la fruta.  

Cultivar kiwis es como componer una sinfonía y cada temporada se encarga de uno de los movimientos principales. Las primeras notas serían la siembra, ya que hay que guiar meticulosamente a las viñas jóvenes para que trepen. A continuación, llega el período de crecimiento, que requiere de entre 3 y 4 años de cuidados a las pacientes. Cuando la primavera hace que las hojas se abran, hay que estar vigilantes en caso de que se produzcan heladas, y al llegar mayo las abejas comienzan la polinización.  

Con el verano, se intensifica la actividad: debe podarse la planta para permitir que la luz llegue hasta las flores frutales. El equipo de François Laffitte valora con gran criterio la cantidad de frutas que cada ejemplar puede sustentar, lo que garantiza un crecimiento uniforme y el mejor sabor posible. Cuando la sinfonía toca a su final, llega el otoño con una rigurosa cosecha.  

  

Cambio climático y exceso de agua  

El momento más peliagudo para las vides llega en la temporada de las heladas, que es cuando son más vulnerables y necesitan aún más cuidados para salir adelante.  

El cambio climático y un exceso de lluvia también plantean retos serios para el cultivo de kiwi: hay mayor riesgo de plagas, de enfermedades y de que las raíces se pudran debido a las condiciones de anegamiento.  

La adaptación de las prácticas de cultivo, como por ejemplo una mejora del drenaje o el uso de variedades de kiwi más resistentes, es fundamental para mitigar dichos efectos.  

El arte y la ciencia de la cosecha  

En el valle del Kiwi, la cosecha es un trabajo preciso y armonioso. Los huertos se diseñan de forma que los trabajadores puedan recoger los kiwis sin necesidad de escaleras; solo tienen que echarlos en sus bolsas. Los delicados kiwis se colocan con todo el mimo del mundo en cestas acolchadas para que después un tractor con remolque los lleve hasta el mercado.  

Tras la cosecha, los kiwis tendrán que esperar y pasar algo de frío en instalaciones de almacenamiento a cero grados. Allí, en esos santuarios helados, continúa la maduración. Los azúcares naturales del kiwi se multiplican y eso mejora su perfil de sabor. Se evalúa la dureza y el dulzor de cada kiwi para garantizar que solo la fruta de la mayor calidad llegue hasta los consumidores.  

El prestigio de la doble certificación  

Los kiwis del valle no solo se distinguen por su sabor: llevan el sello IGP y la Label Rouge.  Para cumplir con los requisitos de la certificación Label Rouge, los kiwis se seleccionan según un equilibrio óptimo entre dulzor y acidez. Esto requiere un contenido de azúcar de al menos 12 ° Brix ― la unidad de medida que indica el porcentaje de azúcar en la fruta― y un peso mínimo de 90 gramos que garantice un buen tamaño.  

La guía del gurmé para elegir bien los kiwis  

Los kiwis son muy populares por sus propiedades culinarias: se gustan mucho en su estado natural, como tentempiés nutritivos o aderezos para las comidas. Y los pasteleros les encanta su color y su sabor. Un kiwi blando es sinónimo de placer inmediato, mientras que los que están más duros pueden madurarse si se colocan al lado de manzanas. Esto es así por el proceso natural de maduración del etileno de las manzanas. 

Rodeados de la esencia del valle del Kiwi  

Mientras recorremos el huerto con François Laffitte, descubrimos a cada paso la esencia del cultivo del kiwi francés; una mezcla de tradición, innovación y conciencia medioambiental. En el corazón del valle del Kiwi, la fruta es más que un cultivo; es la esencia de esta tierra francesa.  

Acerca de las etiquetas de los kiwis

La Indicación Geográfica Protegida (IGP) es un distintivo que otorga la Unión Europea. No es un mero símbolo, se trata de una garantía legal de que el origen y la calidad de un producto están arraigados en una región específica y que cumple con requisitos estrictos. 

La Label Rouge es una certificación francesa para productos de calidad superior que se basa en rigurosas normas de producción. 

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