Las granjas verticales, a medio camino entre la horticultura y la ciencia ficción

Por Jill Cousin

Desde hace diez años, en Francia y en otros lugares, las granjas verticales crecen, lejos de miradas indiscretas, protegidas de la intemperie y de los cambios climáticos, para producir lechugas, brotes, hierbas aromáticas y otros frutos dulces. 

Green lines: Vertical farms, salads straight out of science fiction

Desde el exterior, nada sugiere que detrás de estas puertas se encuentra la mayor granja vertical de Francia. Sin embargo, en estas antiguas naves industriales situadas al norte de París y reconvertidas en un bastión de la horticultura conectada, la empresa Jungle cultiva lechugas, brotes y hierbas aromáticas hidropónicas. Este método consiste en sumergir, por encima del suelo, las raíces de las plantas en recipientes de agua ricos en nutrientes hasta su cosecha. En comparación con la agricultura convencional, este innovador método de cultivo reduce el consumo de agua hasta un 95 %. Las plantas se cultivan en más de una docena de jardineras repartidas en plantas a una altura de casi diez metros. Todo ello en una superficie de 5000 m2 en la que trabajan una veintena de empleados para producir las verduras necesarias para abastecer a varios supermercados parisinos. La empresa ha invertido ocho millones de euros para hacer realidad el proyecto. Aquí no se utilizan pesticidas, ya que los productos no están en contacto con ninguna plaga (enfermedades criptogámicas, insectos, etc.). Crecen en una burbuja casi aséptica donde el crecimiento de las plantas se supervisa con ordenadores. ¿El objetivo de esta empresa francesa? Desarrollar un modelo agrícola altamente productivo reduciendo al mismo tiempo las emisiones de CO2 gracias al uso de energías renovables y a la ausencia de maquinaria propulsada por combustibles fósiles, ya que, «en las próximas décadas, el crecimiento de la población requerirá un aumento de la producción mundial de alimentos». Al mismo tiempo, Francia y otros países del mundo se enfrentan al «agotamiento de las tierras agrícolas sanas y la escasez de recursos naturales», tal como recoge la web de Jungle. 

Este modelo de agricultura conectada y controlada se está extendiendo también a otros países europeos y al otro lado del charco. En las afueras de Copenhague, la granja vertical del grupo Nordic Harvest produce cada año 1000 toneladas de verduras y plantas comestibles en una superficie de cultivo de unos 7000 m2. Los ledes tamizados, que funcionan íntegramente gracias a turbinas eólicas instaladas en el mar, difunden una luz púrpura doce horas al día, para sustituir al sol y garantizar la famosa fotosíntesis necesaria para el crecimiento de las plantas. Grandes robots autónomos conectados sustituyen la mano del agricultor a la hora de sembrar, plantar y supervisar la producción. Lo mismo ocurre en Asia, donde esta agricultura tecnológica se desarrolla desde 2010, especialmente en Singapur, así como en los Emiratos Árabes Unidos. En estos casos en particular, las granjas verticales responden respectivamente a una fuerte limitación de espacio y a un objetivo de producción en un entorno hostil. Mientras que en Estados Unidos este método de cultivo independiente del suelo se considera ecológico, no lo es en la Unión Europea, donde la ausencia de productos fitosanitarios no es suficiente para obtener la preciada certificación de agricultura ecológica de la UE. 

Queda por conocer si estas granjas basadas en la alta tecnología, que requieren grandes inversiones financieras para ponerse en marcha, podrán alimentar al mundo y, sobre todo, si lograremos alcanzar un modelo de convivencia entre la agricultura ancestral y los campos conectados. 

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